Fotografía de Chang Duong

En 1948 se firmó la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH), que marcó un hito en la historia de los derechos humanos. Estableció los derechos fundamentales que debían protegerse universalmente, y en su artículo 1 se proclamaba: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Sin embargo, en las décadas siguientes, determinados acontecimientos y políticas revelaron un grave descuido a la hora de vincular esos derechos humanos con la sostenibilidad ambiental.

Un momento decisivo se produjo en 1968, cuando las Naciones Unidas celebraron su Conferencia Internacional de Derechos Humanos en Teherán. En ese momento, organizaciones privadas, en particular la Federación Internacional de Planificación Familiar (IPPF), presionaron para que se incluyera el crecimiento demográfico en el programa de la conferencia, haciendo hincapié en el impacto negativo del crecimiento demográfico descontrolado sobre los derechos humanos.

Sin embargo, cuando llegó el momento de redactar la Declaración Universal de Derechos Humanos, el documento nunca abordó los límites al derecho a “fundar una familia” ni las consecuencias del crecimiento demográfico. Esta omisión en la Resolución XVIII sobre los aspectos de derechos humanos de la planificación familiar representó una oportunidad perdida de integrar la planificación familiar con los derechos del niño y los sistemas de bienestar social. Esta omisión tendría graves consecuencias para la inminente crisis climática.

En 1990, las Naciones Unidas aprobaron la Convención sobre los Derechos del Niño, que recalcaba la necesidad de salvaguardas especiales para los niños antes y después del nacimiento. Si bien esta habría sido una oportunidad para abordar las lagunas en sus políticas, las Naciones Unidas no lograron vincular la planificación familiar con la idea de los derechos de los niños, lo que, a su vez, garantizó que el crecimiento demográfico continuara sin control, lo que generaría un exceso ecológico y exacerbaría la desigualdad mundial.

El vínculo entre el crecimiento de la población y el clima

La crisis climática, caracterizada por la extracción excesiva de recursos naturales y las emisiones de gases de efecto invernadero, es resultado de políticas que ignoraron la necesidad de un crecimiento poblacional equitativo y sostenible.

Un informe técnico de 2023 elaborado por IAMECON, un grupo de expertos en ciencias económicas y sociales, destaca este hecho. El documento muestra el potencial de ahorro de carbono si los países hubieran adoptado las estrategias de planificación familiar recomendadas en momentos críticos, como Teherán en 1968 o la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo en El Cairo en 1994. También señala cómo los métodos no coercitivos, como el empoderamiento de las mujeres y las niñas, pueden reducir potencialmente las tasas de fertilidad, reduciendo significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que destaca la importancia de integrar los derechos reproductivos con la sostenibilidad ambiental.

El economista de la Universidad de Cambridge Sir Partha Dasgupta subraya aún más esta conexión, al demostrar que la difícil situación ambiental de la humanidad se deriva del éxito económico alcanzado a expensas del capital natural. Sostiene que centrarse en soluciones tecnológicas al cambio climático sin abordar el consumo excesivo y el crecimiento demográfico “es poco probable que conduzca a una sostenibilidad real”.

Para Dasgupta, los derechos reproductivos, tal como están formulados actualmente, subestiman la planificación familiar al ignorar las implicaciones de justicia y bienestar que tiene el crecimiento excesivo de la población. Sostiene que “insistir en que los derechos de los individuos y las parejas a decidir libremente el número de hijos que tienen superan todos los intereses en pugna es minimizar los derechos de todos aquellos (y muy especialmente, tal vez, los futuros) que sufren las externalidades ambientales que acompañan al aumento de la población”.

La agenda del crecimiento

El premio Nobel Steven Chu, que fue Secretario de Energía de Estados Unidos durante el primer mandato del presidente Obama, critica la dependencia de la economía mundial de poblaciones en constante aumento, comparándola con una pirámide insostenible o un esquema Ponzi. Chu pide que se pase de los modelos centrados en el crecimiento a prácticas sostenibles que desvinculen la prosperidad económica del agotamiento de los recursos. En otras palabras, que se deje de centrar la atención en el PIB como indicador principal del éxito de un país.

La alternativa es continuar por el camino de la catástrofe climática en el que ya nos encontramos. Un análisis inédito de la ONU predice un aumento del 60% en la extracción de materias primas para 2060, con consecuencias catastróficas para el clima. El informe aboga por priorizar la equidad y el bienestar humano por encima del crecimiento del PIB y sugiere reducir la demanda general en lugar de simplemente aumentar la producción ecológica.

El caso de la equidad en la natalidad y las reparaciones

Para abordar el cambio climático es necesario repensar fundamentalmente la manera en que traemos nuevos seres humanos al mundo. La crisis climática tiene su raíz en el hecho de tratar a las generaciones futuras como medios en lugar de como fines. La sociedad ve a los niños como futuros trabajadores, consumidores y contribuyentes, no como ciudadanos empoderados con voz en sus democracias. La mayoría de las afirmaciones sobre actividades sostenibles, ecológicas y humanas son engañosas y crean una falsa sensación de progreso.

Para abordar eficazmente la crisis climática, debemos considerar cómo traemos a los niños al mundo, garantizando que todos tengan las mismas oportunidades de tener un futuro saludable y sostenible. Por eso, grupos como la Organización Fair Start piden a las Naciones Unidas que cumplan con su obligación de garantizar que todos los niños nazcan y crezcan en condiciones compatibles con la Convención sobre los Derechos del Niño, que exige funcionalmente la restauración del clima mediante la equidad en la natalidad y la planificación familiar.

Este proceso implica una compensación básica, que consiste en quitarle riqueza a quienes impusieron costos ambientales a otros sin garantizar primero la igualdad de nacimiento. El mundo está en crisis porque la élite adinerada nunca pagó los costos reales de su riqueza, lo que impuso cargas al medio ambiente y a las generaciones actuales y futuras de humanos y a todas las especies.

En las Naciones Unidas está pendiente un proceso jurídico específico que exige que el derecho de cada niño a un comienzo justo en la vida sea el primer y más importante derecho humano. Esto autorizaría reparaciones climáticas a las generaciones futuras, limitando proporcionalmente los derechos de propiedad en función de diversos parámetros. Utilizar la riqueza obtenida al poner fin a la industria de los combustibles fósiles podría financiar reformas de planificación familiar, asegurando que todos los niños futuros nazcan y crezcan en condiciones que los protejan de los desafíos futuros.

El verdadero costo del crecimiento radica en no haber logrado vincular la planificación familiar con los derechos humanos y la sostenibilidad ambiental. Para mitigar la crisis climática, debemos adoptar políticas que garanticen un crecimiento demográfico equitativo y sostenible, y que otorguen a las generaciones futuras la libertad y la autodeterminación que merecen.

Este artículo fue producido por Tierra | Comida | Vida, un proyecto del Independent Media Institute.

Source: https://www.counterpunch.org/2024/07/09/how-a-twentieth-century-family-planning-strategy-fueled-the-climate-crisis/



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