Ana Larson

En mi artículo, “Mi año de pandemia detrás de la caja registradora”, que forma parte del Ir a por la quiebra En esta antología, escribo sobre un incidente que ocurrió cuando un hombre cagó en el piso del supermercado donde yo trabajaba. Los compradores tenían que comprar algo para llevar el código al baño, pero aquellos que no tenían dinero a menudo esperaban afuera de la puerta para poder agarrarlo cuando alguien saliera. Ese día, como nadie salió a tiempo del baño, el hombre se bajó los pantalones.

El incidente provocó una división entre el personal. Algunos colegas culparon al hombre por lo que había hecho, mientras que otros argumentaron que fue víctima de circunstancias fuera de su control. Cuando defendí al hombre, un compañero de trabajo me reprendió: “Jane tuvo que limpiarlo”. El comentario me recordó que el hombre tenía derecho a un baño, al igual que Jane no debería haber tenido que limpiar una mierda en un trabajo que ya era bastante duro e ingrato.

Ese incidente me hizo pensar en la mala política que surge al no sentir nunca el riesgo de tener que hacer lo que Jane hizo ese día. Una de las conclusiones a las que llego en el artículo es que tal vez una clave para el cambio social sea una redistribución del trabajo de modo que más personas que ahora no hacen ese trabajo deban hacer algunos turnos en el supermercado. Escribí el artículo casi como una fantasía: realmente quiero ver a cabilderos corporativos, directores ejecutivos y multimillonarios limpiando con una escoba los desastres que surgen de un sistema económico que los beneficia.

Por otro lado, soy partidario de los bienes públicos y de la idea de que podemos reorganizar nuestra economía para que nadie tenga que quedarse sin lo básico. Si las personas que nunca han limpiado una mierda no quieren ser reclutadas para ese trabajo, entonces tal vez deberían empezar a hacer más para asegurar que los salarios aumenten y que la riqueza se redistribuya de modo que las personas que realizan esas tareas en su nombre puedan permitírselo. comer, ir al médico y cuidar de sus familias.



Fuente: jacobin.com



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