“Si el pueblo se moviliza, este gobierno no será derrocado. Las reformas seguirán adelante. La estrategia es movilizarnos, queremos que la gente se organice”. Esta fue la promesa explícita de Gustavo Petro a la multitud reunida en la Plaza Bolívar de Bogotá el 27 de septiembre.

La promesa, hecha por el primer gobierno de izquierda en la historia de Colombia, parecía convincente. Pero el resultado de las elecciones regionales y locales del 29 de octubre en Colombia, en las que los partidos tradicionales obtuvieron victorias en las ciudades más grandes y en la mayoría de los gobiernos regionales, ha debilitado al ya criticado gobierno de Petro y ha paralizado su capacidad para implementar medidas progresistas.

El ejecutivo, encabezado por Petro y la vicepresidenta Francia Márquez, disfrutó de logros notables durante su primer año en el cargo: conversaciones de paz con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), reforma fiscal progresiva y fuertes políticas ambientales. Pero encuestas recientes muestran una caída en el apoyo popular al presidente y sus reformas clave han sido bloqueadas en un parlamento hostil.

Las dificultades iniciales no son del todo sorprendentes: Petro fue elegido por un estrecho margen sobre el populista de derecha Rodolfo Hernández en junio de 2022, y aunque tiene el grupo parlamentario más grande, su coalición gobernante Pacto Histórico carece de mayoría en el Parlamento. Aún así, tras la victoria sin precedentes de Petro, la mayoría de los partidos centristas y conservadores prestaron su apoyo al nuevo gobierno. Ese apoyo engrasó las ruedas de un Plan Nacional de Desarrollo y una reforma tributaria que fue clave para financiar la agenda social del Pacto Histórico.

Pero la luna de miel postelectoral no ha durado mucho. Después de meses de crecientes tensiones, la relación de Petro con sus aliados liberales estuvo en peligro cuando se opusieron a su intento de transformar el sistema de salud. Esa oposición llevó a Petro a destituir a varios ministros centristas, lo que equivalió a un giro hacia la izquierda en su gabinete que provocó la hostilidad de los parlamentarios centristas en el Parlamento. Una serie de escándalos en el séquito de Petro: su hijo fue acusado de financiar ilegalmente la campaña de su padre; El ex jefe de gabinete del presidente fue acusado de ordenar escuchas telefónicas ilegales a una empleada doméstica, lo que provocó una caída en la popularidad del presidente.

Los resultados de las elecciones regionales y locales del 29 de octubre han sumido aún más la miseria en el gobierno de izquierda. La izquierda ganó sólo nueve de los treinta y dos gobiernos regionales y ninguno de las principales ciudades. En Bogotá, el exsenador del Pacto Histórico Gustavo Bolívar, popular entre los jóvenes que lideraron las protestas antineoliberales de 2019 y 2021, quedó en tercer lugar, mientras que el candidato de centroderecha Carlos Fernando Galán fue elegido alcalde con un récord del 49 por ciento de los votos. En Medellín, la segunda ciudad más grande del país, el ex candidato presidencial de derecha Federico Gutiérrez “Fico” logró una victoria aún mayor, con el 73 por ciento del voto popular.

En Colombia, las elecciones municipales y regionales tienden a reflejar dinámicas locales más que nacionales. Sin embargo, como explicó en una entrevista Sandra Borda, politóloga de la Universidad de los Andes, el resultado se interpretará como una dura derrota para el gobierno de izquierda en el poder. De hecho, tanto los partidos de oposición como los principales medios de comunicación se apresuraron a afirmar que las derrotas electorales de la izquierda marcaron un punto de inflexión en la presidencia de Petro y presionaron al gobierno para que suavizara sus reformas. Todavía es una cuestión abierta si la llegada de políticos tradicionales a los gobiernos regionales y locales socavará aún más la capacidad de Petro para avanzar en su programa.

Ante esta difícil situación, Petro ha recurrido a la movilización popular, la misma fuerza que llevó a la izquierda al poder en primer lugar, mientras simultáneamente negociaba en el Parlamento. Según Alejandro Mantilla, politólogo de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), “la fuerza de las elecciones de 2019 y 2021 estallido social”fue una de las razones clave de la victoria de Petro.

Las relaciones entre el gobierno y los principales movimientos sociales del país aún son sólidas, según Mantilla. Más de cincuenta organizaciones sociales se unieron al gobierno para convocar a un “Carnaval por la Vida” que se celebraría el 27 de septiembre. La serie de marchas que llenaron las calles de las principales ciudades de Colombia fueron duramente criticadas por la oposición y los principales medios de comunicación, y algunos afirmaron que La movilización fue financiada parcialmente por el estado.

Durante la marcha, Bogotá recibió a miles de indígenas de todo el país, incluidos numerosos miembros de las Guardias Indígenas desarmadas, que protegen sus territorios ancestrales de la violencia de grupos armados ilegales, particularmente en la región del Pacífico. El senador Alberto Benavides, del izquierdista Polo Democrático, expresó su esperanza de que las marchas “contribuyan a que el Congreso apruebe las reformas sociales propuestas por el gobierno”.

Borda, sin embargo, cree que las marchas no han sido efectivas, sobre todo porque los partidos tradicionales no tienen incentivos para escuchar las protestas. Incluso si, como señala Mantilla, “hay un fuerte núcleo de movimientos indígenas y campesinos que respaldan al gobierno”, el movimiento estudiantil apenas fue visible en la Plaza Bolívar. Esta ausencia fue especialmente preocupante, dice Borda, considerando que los estudiantes fueron la fuerza principal de las protestas antineoliberales de 2019 y 2021 y uno de los principales apoyos electorales del Pacto Histórico.

Poner fin al conflicto armado del país y promulgar la redistribución de tierras son las dos áreas principales donde se medirá el éxito del gobierno. Colombia es el segundo país más desigual de América Latina, con mayor grado de tenencia de la tierra. El país también ha sufrido el conflicto armado más largo de la región, un problema estrechamente relacionado con una desigualdad de larga data. Después de doscientos años de gobiernos de centro y derecha, Petro y Márquez intentan demostrar que Colombia es capaz de cambiar de rumbo.

Su principal oposición es un establishment económico colombiano acostumbrado a embolsarse favores de élites políticas como Álvaro Uribe (2002-2010) y su heredero, Iván Duque (2018-2022). El vehículo político preferido de esta cohorte oligárquica ganó fuerza en las últimas elecciones, y los medios de comunicación han aprovechado los escándalos recientes para dañar la reputación de Petro.

¿Serán suficientes la movilización popular y la negociación parlamentaria para cumplir parte de la ambiciosa plataforma electoral de Petro? De ser así, demostraría que Colombia no está condenada a repetir las políticas conservadoras y neoliberales que han plagado al país durante la mayor parte de su historia reciente.



Fuente: jacobin.com



Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *