El partido gobernante de Bolivia y una luz brillante de la izquierda latinoamericana, el Movimiento al Socialismo (MAS), está sumido en una profunda crisis interna.

Recientemente, durante el congreso del MAS en el pueblo cocalero de Lauca Ñ, el presidente Luis Arce y su vicepresidente, David Choquehuanca, fueron expulsados ​​del partido y se les impidió presentarse a las elecciones nacionales de 2025. En su lugar, el partido nominó a su líder, el expresidente boliviano Evo Morales, que aspira a regresar al palacio presidencial en 2025.

La división entre arcistas y evistas Es una batalla por controlar una de las maquinarias políticas más exitosas de América Latina. En gran parte, depende de los esfuerzos de los sindicatos cocaleros del Chapare por mantener su hegemonía dentro del MAS.

Pero la situación no se limita al ámbito de la política partidista. El conflicto ha envuelto a la coalición de movimientos sociales conocida como Pacto de Unidad, que fue fundamental para llevar a Morales al poder en 2005. La división tiene graves implicaciones para la unidad de los movimientos sindicales y campesinos e indígenas organizados en Bolivia, uno de los países de América Latina. países más pobres.

El MAS siempre se ha presentado como un outsider político, como un “instrumento” y no como un partido. Surgió del movimiento campesino en la década de 1990 y pudo aprovechar la ola de protestas populares antineoliberales que, entre 2000 y 2005, unieron en lucha a mineros, organizaciones indígenas y campesinas y comunidades urbanas.

Pero en muchos sentidos, la división actual lleva más tiempo gestándose. El dominio de Morales y el MAS en el poder durante una década se había vuelto inestable en los años previos a 2019, y su tiempo en el cargo creó nuevas tensiones entre la base del movimiento social del partido y sus instituciones de gobierno.

El MAS no es tanto un partido político unificado como una coalición de movimientos sociales. Sin embargo, Angus McNelly, profesor titular de relaciones internacionales en la Universidad de Greenwich, sostiene que “no todos los movimientos son iguales en esta coalición, y no todos tienen la llamada ‘relación orgánica’ con el MAS”.

Morales llegó al poder como líder de la federación sindical de cultivadores de coca, un actor importante en el conjunto de movimientos que apuntalaban al MAS. Sin embargo, como sostiene McNelly, “la Central Obrera Boliviana (COB), la confederación sindical dominada por los mineros, la confederación sindical campesina y las confederaciones de cultivadores de coca, así como los movimientos indígenas más amplios de las tierras altas y los valles, tienen un contingente relación con el MAS y han sido – y aún deben ser – integrados activamente en el proyecto político del MAS”.

En los últimos años del segundo mandato de Morales (2009-2014), surgieron tensiones a medida que los movimientos sociales luchaban por conservar la autonomía en su relación con el Estado. Dentro de sus estructuras organizativas, aquellos leales a las facciones dominantes del partido suplantaron a los críticos, afianzando un sistema de amiguismo y socavando el liderazgo orgánico de las organizaciones.

Hay varias figuras que vinieron de la base del partido y que desde entonces se han desvinculado del MAS, frustradas en parte por lo que consideraban una caudillismo emanado de Morales. Un ejemplo destacado es Eva Copa, la actual alcaldesa de la ciudad de El Alto, un bastión del MAS con una identidad indígena de clase trabajadora (aymara). Fue senadora por el MAS entre 2015 y 2020, y asumió la presidencia de la cámara legislativa tras el golpe de 2019, que finalmente provocó su expulsión del partido.

Huáscar Salazar, an economist and a member of the Centro de Estudios Populares in Bolivia, explains to jacobino“La crisis política del MAS responde a varias razones, pero entre las más importantes está la forma en que el partido, durante la última década y media, se ha convertido en una estructura vertical y autoritaria, con muy poco margen de renovación, una dinámica que ha permeado a las organizaciones sociales controladas por el MAS”.

Por ejemplo, en 2011, la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB) y el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ), que representa a las comunidades indígenas de las tierras altas, se escindieron del MAS tras su intento de construir una carretera a través del Parque Nacional y Territorio Indígena protegido Isiboro Secure, conocido como TIPNIS.

El actor crucial en la disputa actual es la federación cocalera de la región del Chapare, conocida como las Seis Federaciones, cuyo presidente es el joven y carismático Andrónico Rodríguez, aliado de Morales y líder del Senado. Desde el golpe, elementos dentro de los sindicatos cocaleros han considerado a Arce y Choquehuanca como líderes puramente interinos.

Sin embargo, en ausencia de Morales, la influencia de los cocaleros dentro del MAS se ha visto socavada. Salazar agrega: “Cuando Morales dejó de ser presidente, y especialmente cuando Arce asumió la presidencia, se perdió la capacidad de control del ala cocalera del partido”.

Que el reciente congreso del MAS haya tenido lugar en la región tropical cocalera de Cochabamba –el corazón político de Morales– es simbólicamente importante. Arce y muchos movimientos sociales –en particular los Interculturales de Santa Cruz, un grupo de comunidades agrícolas en la región oriental de Bolivia– se negaron a participar en el congreso de Lauca Ñ.

Según el periódico local El DeberInterculturales emitió un comunicado condenando lo que consideran una “participación restringida y discriminatoria” de las organizaciones sociales que integran el MAS, instando al partido a no caer en “divisiones orgánicas internas por intereses personales”.

El clima económico también ha exacerbado algunas de las tensiones dentro del partido a medida que las facciones compiten por los menguantes recursos estatales. Este año, Bolivia comenzó a experimentar una importante escasez de dólares, impulsada en parte por una caída en la producción de gas, una de sus mayores exportaciones.

“Otro factor importante es que el Estado boliviano tiene muchos menos recursos económicos”, explica Salazar, “y por lo tanto, la dinámica clientelar del MAS tiende a reducir su alcance, lo que ha generado muchos conflictos internos que se han gestado en torno a la disputa entre la dirección del partido”.

Las amargas disputas en el MAS se están extendiendo a la vida política boliviana en términos más amplios. En agosto de este año, el congreso en El Alto de la confederación sindical campesina, la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), se sumió en la violencia cuando los delegados de Morales y Arce comenzaron a golpearse y arrojarse sillas entre sí. Tanto Arce como Choquehuanca fueron abucheados por algunos delegados cuando pronunciaron discursos.

Posteriormente, Arce emitió un comunicado gubernamental condenando “intereses internos y externos que buscan desestabilizar no sólo al gobierno sino también a nuestras organizaciones sociales”.

La división también se refleja en la Central Obrera Boliviana (COB), la poderosa confederación sindical liderada por los mineros. En las redes sociales han circulado llamados a la renuncia de Juan Carlos Huarachi, actual líder de la COB, por parte de quienes consideran que ha traicionado a Morales. Llamativamente, Huarachi no asistió al congreso del MAS en Lauca Ñ.

Durante el golpe de 2019, a pesar de sacar a los mineros a las calles en apoyo de Morales, Huarachi finalmente pidió la renuncia de Morales como gesto de paz. En un tuit la semana pasada, Morales acusó a Huarachi de traicionar los valores de la COB y de recibir 80.000 dólares de un líder golpista, Arturo Murillo, a cambio de su apoyo al gobierno.

De manera similar, Morales ha estado lanzando comentarios mordaces dirigidos a Arce y Choquehuanca y sus aliados. En su programa dominical en Radio Kawsachun Coca, supuestamente lamentó su incapacidad para defender el “proceso de cambio” o la visión política del MAS.

El miércoles, el vicepresidente David Choquehuanca emitió una crítica velada a Morales en una reunión de mujeres en La Paz, diciendo: “Bolivia debe ser salvada de la confrontación, del sabotaje, del autoritarismo, del odio, del racismo, de los líderes que nos dividen. Debemos reflexionar sobre los líderes que nos enfrentan, sobre los líderes que siembran odio, y debemos ayudarlos”.

Choquehuanca, líder activista indígena aymara, fue un aliado cercano de Morales desde la década de 1990, cuando trabajaron juntos para formar el MAS. En el gobierno de Morales, fue ministro de Relaciones Exteriores y encabezó el bloque comercial antiimperialista latinoamericano ALBA. Anteriormente fue elegido candidato presidencial en ausencia de Morales. El viene del indianista ala del MAS y representa la visión descolonizadora dentro del gobierno, en estrecha alianza con los movimientos sociales campesinos-indígenas.

Es importante ver la crisis actual en relación con los dramáticos acontecimientos políticos de octubre-noviembre de 2019, cuando Morales fue derrocado como presidente y una ola de movilizaciones de derecha permitió a una senadora evangélica del Beni, Jeanine Áñez, instalarse como presidenta. .

Áñez presidió dos masacres en las que las fuerzas militares mataron al menos a treinta personas que protestaban por la toma del poder. En 2022, fue condenada a diez años de prisión por su papel en el golpe.

Está claro que la toma del poder por la derecha sólo tuvo éxito en el contexto de un movimiento indígena de izquierda debilitado, una marea creciente de descontento público y discordia interna en el partido a medida que la legitimidad del presidente era cada vez más cuestionada.

De hecho, el reciente libro de McNelly sobre Bolivia, Ahora estamos en el poder, sostiene que las dos narrativas explosivas sobre la crisis de 2019 (golpe de Estado y fraude) fueron en parte el resultado de estas tensiones internas y los intentos de Morales de gestionarlas. Estas narrativas surgieron mucho antes de que ocurriera el golpe real y actuaron como fuerzas escindidas que alimentaron la violencia en 2019.

En 2016, Morales perdió por poco un referéndum que le habría permitido postularse para un cuarto mandato como presidente. La Constitución boliviana de 2009 estableció entonces un límite de mandato de dos mandatos presidenciales consecutivos.

El MAS solicitó al Tribunal Constitucional Plurinacional que aboliera los límites de mandato porque violaría los derechos humanos de Morales. Debido a que el tribunal estaba repleto de aliados de Morales, esto se consideró ilegítimo, y la decisión de eludir los resultados del referéndum fue fundamental en los movimientos de protesta que salieron a las calles en el golpe de 2019. Muchos de los que protestaban eran ciudadanos urbanos descontentos de clase media. juventud, siendo la principal universidad del país, la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), un centro vocal de descontento.

En el vacío de poder que siguió, la ausencia de Morales del liderazgo abrió un espacio para que surgieran nuevos líderes dentro de las estructuras y movimientos del partido. Podría decirse que esto tuvo un efecto revitalizante en los movimientos sociales, como se puso de manifiesto en la ola de bloqueos y huelgas de finales de 2021, que obligaron al gobierno golpista a celebrar nuevas elecciones. En 2021, el MAS volvió al poder bajo Arce y Choquehuanca.

El mayor éxito del MAS en los últimos años residió en su capacidad para sortear hábilmente las profundas divisiones de la sociedad boliviana. La izquierda urbana tradicional, los movimientos indígenas-campesinos en las zonas rurales y la élite agroindustrial del este fueron todos, en diversos grados, acomodados bajo sus auspicios.

Bolivia no tiene una historia de partidos políticos estables y el MAS ha proporcionado el período más largo de crecimiento económico sostenido y estabilidad política de su historia. Pero fuera de las estructuras partidistas, es poco probable que el regreso de Morales sea recibido con los brazos abiertos, ciertamente entre las crecientes clases medias de Bolivia.

Las próximas semanas serán decisivas para el futuro del partido. Un resultado puede ser que los esfuerzos por lograr la unidad desde la base del partido lleven a las facciones divididas a una distensión incómoda. A cabildo (ayuntamiento) se llevará a cabo a finales de este mes en el que el partido intentará resolver sus fracturas. Mario Seña, secretario general de la CSUTCB, más aliada de Arce, emitió un comunicado implorando a Arce, Choquehuanca y Morales que asistan: “Esperamos que participen, esperamos que vean la realidad, esperamos que se quiten la venda”. y ver los verdaderos pensamientos del pueblo boliviano”. Morales ha descartado hasta el momento la asistencia.

La creciente brecha dentro del MAS es un mal augurio para el futuro del movimiento indígena de izquierda en Bolivia. Los próximos meses parecen tensos para esta nación andina.



Fuente: jacobin.com



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